martes, 4 de octubre de 2011

Los Reyes Malditos
Por Jesús Roque Orellana
Francia en el siglo XIV era, como en las demás regiones de Europa Occidental, una suma de culturas que tenían rasgos similares, pero que carecían de un espíritu de unidad y una administración única. Ubicándonos en la parte final de la Edad Media, cuando comienza a surgir el paradigma del Estado-nación, que será el que predominará no sólo en Europa, sino en las nacientes naciones americanas, hallamos a la dinastía Capeto al frente del gobierno de Francia, compuesta en ese entonces por diversas regiones no sólo de la antigua Galia, sino de Italia y hasta de Alemania.
En 1314, el monarca absoluto de Francia era Felipe IV el Hermoso, un rey fuerte que gobernaba Francia con mano de hierro. Un monarca autoritario, un déspota feudal, que fortaleció el poder del reino tanto en el interior como en el exterior. Este rey tenía tres hijos: Luis, Felipe y Carlos, y una hija, Isabel, a quien había casado con el heredero al trono de Inglaterra. El poder de la dinastía Capeto era tal que mantenía en Avignon al Papado, cuyo Pontífice Clemente V, obedecía las órdenes del monarca francés tras haberle demostrado al cristianismo su poder al destronar a Bonifacio VIII.
Al mismo tiempo, la Orden de los Templarios se encuentra en su máximo poderío. Una vez concluidas las Cruzadas, con la anunciada derrota cristiana ante las fuerzas del Islam, la Orden se encontró con un inmenso poder tanto en Tierra Santa como en Europa, al grado de convertirse en banqueros de monarcas y haber acumulado riquezas en varias naciones europeas. Este poder representó el origen de la caída del Temple, puesto que provocó la codicia de Felipe IV, quien convenció a Clemente V de apoyarlo para proscribir a los Templarios e iniciar su persecución, llegando a incautar todas sus propiedades en Francia.
En 1314, mientras era consumido por las llamas de la hoguera, el último Gran Maestre del Temple, Jacques de Molay, maldice a los instigadores de la caída templaria: Felipe IV, Clemente V y Guillermo de Nogaret, ministro del rey. Esta maldición no sólo se limita a ellos, quienes morirán consecutivamente en 1314, sino que se extiende a la descendencia del rey francés.
Gobiernan sucesivamente Luis IX, Felipe V y Carlos IV, los hijos del monarca muerto. Estos reinados se caracterizan por la inestabilidad política, la fragilidad económica y el hecho de que cada uno de ellos murió sin dejar descendencia. Como si la maldición fuera real e implacable, pareciera que la dinastía Capeto está destinada a desaparecer con los hijos de Felipe IV.
Simultáneamente, se relatan las turbulentas relaciones de los integrantes de la Corte francesa, la disputa por el Artois, la traición de Borgoña y el inicio del conflicto que será conocido como la Guerra de los Cien Años, que implicará mantener a Francia subyugada a Inglaterra durante décadas. Del otro lado del Canal de la Mancha, Isabel trama una intriga para deponer a su marido, el homosexual Eduardo II, para conseguir el trono para su hijo Eduardo III, menor de edad, que será guiado durante sus primeros años por su madre, La Loba de Francia y de su amante, Roger Mortimer.
Esta saga, considerada referente obligado de la novela histórica, nos remite a una época de enormes convulsiones para Francia, que pasa de ser un Estado feudal a un Estado-nación de forma dramática. A lo largo de los siete volúmenes que constituyen la saga, el lector aprende de la historia de la maldición que terminará con la descendencia Capeto e iniciará la dinastía Valois, hacia el final de la Edad Media.
Se trata de una de las sagas históricas más destacadas del siglo XX, una contribución de Maurice Druon al conocimiento de la historia de la nación francesa, con una narrativa trepidante y entretenida que describe los entretelones del poder, las ambiciones y pasiones personales que surgen en la obsesiva búsqueda del poder.


Los datos de la obra son: “Los Reyes Malditos”. Maurice Druon. Ediciones b, 2005.

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